El jurista-lingüista en despachos de abogados*

(*Artículo original de Ruth Gámez González publicado en la revista del Colegio de Abogados de Valladolid, julio 2010).

La globalización está aquí para quedarse, es un hecho incuestionable. En este nuevo entorno se formalizan cada día más contratos, escrituras y todo tipo de documentos legales que son redactados en múltiples idiomas, lo que exige, a su vez, un asesoramiento especializado. El abogado del siglo XXI debe enfrentarse a una realidad multicultural y multilingüe. Y para dar respuesta a esta nueva realidad surge la figura del “Jurista-lingüista” en los despachos de abogados.

El término de Jurista-lingüista fue creado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea para afrontar una problemática muy concreta: traducir documentos, de una gran extensión y complejidad, redactados por abogados o magistrados del Tribunal. Actualmente, todos los traductores de esta institución responden a este perfil y, como señala el artículo 22 del reglamento del citado Tribunal, son “expertos que poseen una cultura jurídica adecuada y un extenso conocimiento de varias lenguas oficiales del Tribunal”. La “cultura jurídica adecuada” que exige este artículo es un requisito indispensable.

Los despachos de abogados,por su parte, han de enfrentarse a una problemática similar, cada vez más frecuente, debido a que la creciente movilidad de la población mundial y la universalización del turismo están generando relaciones jurídicas y administrativas que requieren ser traducidas. Estas situaciones, que suelen suponer un grave problema, pueden consistir en redactar o supervisar contratos en un idioma diferente al suyo, lidiar con testamentos otorgados por extranjeros o representar a nacionales de otros países que son autores o víctimas de un delito fuera de su país. No siempre el profesional del Derecho posee la suficiente destreza en una segunda lengua como para poder valorar la importancia de determinadas cláusulas. De la misma forma, cada vez es más frecuente la presencia de documentos multilingües en procesos judiciales, especialmente civiles y mercantiles. En muchos casos, el propio juez exigirá la traducción oficial (jurada) de determinadas pruebas para que éstas puedan ser aportadas por las partes y tomadas en consideración por el juzgador.

Ante estas situaciones, el letrado no tiene más remedio que confiar en un profesional experto en lenguas que le ayude a superar la barrera del idioma. Pero, al igual que muchos abogados tienen dificultades para trabajar con documentos redactados en otro idioma, el traductor generalista se enfrenta al problema de la terminología legal que le resulta extraña. La traducción es una actividad compleja para la que se requiere una alta cualificación, y más aún cuando se trata de un
lenguaje tan específico como el del Derecho. En el caso de la traducción jurídica, el mayor obstáculo para el traductor suele ser la falta de esa “cultura jurídica adecuada” que le dificulta la comprensión del texto, paso previo y necesario para su traducción. Por ello, en la mayoría de los casos, tiene que limitarse a traducir sin entender adecuadamente la materia, con el riesgo de producir una traducción inexacta o incoherente.

Pues bien, este nuevo perfil del profesional que, desde hace tiempo, es ya una realidad en las instituciones europeas, comienza a ser frecuente en los despachos de abogados de países como los Estados Unidos, Alemania o el Reino Unido, donde muchas firmas de abogados disponen de sus propios gabinetes de traducción legal. En ellos, la figura de Jurista-lingüista se emplea para denominar a los profesionales del Derecho que trabajan con textos legales en diferentes idiomas, traduciendo no sólo la lengua, sino también la equivalencia correcta de los conceptos jurídicos en los diversos ordenamientos. No se limita, por tanto, a traducir los textos que se le presentan, sino que colabora con el letrado ayudándole a interpretar la documentación involucrada en el caso, y seleccionando los documentos que requerirán traducción (jurada o no, según proceda). De esta manera, el Jurista-lingüista deja de ser un mero traductor o colaborador externo y se convierte en una pieza importante en aquellos casos en que la materia, o la nacionalidad de los clientes, así lo requieren.

En nuestro país, la situación es algo diferente, ya que muchos despachos todavía suelen confiar este tipo de traducciones a agencias, o a traductores freelance, poco especializados en la materia (con el riesgo que ello conlleva). Sin embargo, comienzan a aparecer también algunos bufetes que disponen de un departamento interno de traducción, aunque son solamente unos pocos de entre las grandes firmas de abogados. Otros cuentan con abogados en plantilla que tienen amplios conocimientos de uno o varios idiomas y son los encargados de traducir y de seleccionar colaboradores externos cuando se trata de grandes volúmenes de documentación. Ésta es otra alternativa que puede resultar adecuada.

Ofrecer una respuesta a estas nuevas situaciones, y a los desafíos a que se enfrentan hoy los despachos de abogados, conlleva la creación de nuevas figuras de profesionales del Derecho como la del Jurista-lingüista, bien sea trabajando internamente o como colaborador externo del despacho. Otra realidad que, como la globalización, está aquí para quedarse.

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